Los mercados de los países desarrollados se caracterizan por un creciente nivel de exigencia hacia los productos y servicios que adquieren, tanto en lo relativo a la adecuación al uso como en lo relativo a la seguridad, respeto al medio ambiente, etc.
La certificación voluntaria de producto surge de la necesidad por parte de las empresas de garantizar la conformidad y las prestaciones de su producto frente a normativas reconocidas o estándar, valorizando y diferenciando sus productos en el mercado frente a los de la competencia, y aumentando la confianza de clientes potenciales.
La certificación voluntaria garantiza la conformidad de los productos con los requisitos establecidos en documentos normativos de diversa naturaleza, como pueden ser:
- Normas técnicas voluntarias emitidas por organismos de reglamentación internacionales, europeos y nacionales (ISO, IEC, CEN, CENELEC).
- Reglamentaciones particulares y específicas definidas por organismos de certificación.
- Especificaciones técnicas promovidas por organizaciones de diverso ámbito (como por ejemplo, asociaciones de constructores, etc.)
- Especificaciones de grandes clientes.
En los siguientes documentos se recogen algunas de las marcas de certificación voluntaria de producto más relevantes (se trata no obstante de un listado no exhaustivo por lo que pueden existir otras marcas no recogidas en dichos documentos):
EXIGENCIAS A LOS FABRICANTES
Tanto si se trata del consumidor final, como si son compradores profesionales (otras empresas fabricantes, mayoristas, etc.) esto se traduce para los fabricantes en una doble exigencia.
1. Alcanzar el nivel de prestaciones exigido.
Cumpliendo siempre los requisitos mínimos establecidos por la legislación. Este nivel de exigencia se puede ver reflejado en la imposición de que los productos cumplan con los requisitos establecidos en reglamentos particulares de certificación, el cumplimiento de condiciones establecidas contractualmente por el comprador, disponer de determinados certificados de ensayos, etc.
2. Demostrar al comprador que el producto ofrecido satisface sus exigencias.
Para esto, habitualmente se suele recurrir a certificaciones por terceras partes, que dotadas de imparcialidad y solvencia técnica certifican las características de los productos. Éstos, suelen ser organismos gestores de Marcas de Certificación Voluntaria y laboratorios homologados por ellos. Estas certificaciones suelen adoptar la forma de una marca colocada sobre el producto, o acompañar la documentación técnica del mismo.
En ocasiones, estos requisitos "supra-reglamentarios" impuestos por el cliente o por el consumidor al producto, pretenden en unas ocasiones mejorar la calidad final de sus propios productos y en otras evitarse la realización de controles a los proveedores, sustituyendo éstos por la exigencia de un certificado de una empresa externa.
Otro aspecto considerado normalmente por las empresas que se plantean una certificación voluntaria de sus productos, son las noticias cada vez más frecuentes sobre cómo la producción de bienes de consumo se va desplazando lenta e inexorablemente a países con mano de obra más barata. Esto obliga a los países desarrollados a aumentar el valor añadido de su producción industrial y la obtención de una certificación de estas características es una vía habitual.
Así como todavía recordamos el prestigio que tenían los productos "Made in Germany", disponer de productos reconocidos entre los mejores supone una apertura de mercados para las empresas, de modo que a pesar de la deslocalización de las grandes multinacionales y el traslado de las producciones masivas a países con mano de obra más barata, estas empresas puedan seguir poniendo en el mercado productos cada vez más competitivos (no sólo por el hecho de llevar una Marca impresa sobre el producto o envase, sino por haber sido diseñado y fabricado para cumplir con los estándares más exigentes).
En ocasiones el camino no es fácil ni rápido. Un repaso a los listados de productos registrados indica que el número de empresas con producto incluidos está creciendo en los últimos años, aunque aún no son muchas las que disponen en su catálogo de estos certificados. Además, entre las que se interesan por el tema no se aprecia una capacidad de respuesta ágil ante la demanda de sus mercados actuales o potenciales; parece que hay problemas a la hora de responder con rapidez a las demandas de los Reglamentos de Certificación de las Marcas Voluntarias.
Por esto, una integración de la certificación de producto en su organización de la producción, permite a las empresas, sobre todo a las PYMES, dar respuesta a estas demandas de sus clientes en breve espacio de tiempo y pasar de una producción sin una calidad certificada por una tercera parte, a productos reconocidos entre los de mayor prestigio.
En el caso de grandes compradores (Administración, grandes superficies, grupos de compra, etc.) cada vez es más habitual incluir entre las cláusulas de los contratos de compra el que los productos estén certificados, como modo de asegurarse un nivel de calidad certificado por una tercera parte independiente.
En el caso de la Administración, se puede traducir en una mayor puntuación en los concursos públicos.
La Certificación Voluntaria de producto es una vía para obtener la confianza de los consumidores, fundamentalmente en los procesos de apertura a nuevos mercados y a todos los niveles:
INTERÉS PARA EL COMPRADOR PROFESIONAL.
A éste se le ofrece el aval de que una tercera parte independiente (mejor si es una entidad certificadora de su país o de su entorno y en ocasiones sugerida o impuesta por el propio comprador) ha auditado el producto y certificado sus características.
INTERÉS PARA EL COMPRADOR PARTICULAR (DOMÉSTICO).
Se le ofrece la confianza que da el logotipo de una Marca de Certificación reconocida por él. Un caso representativo es el de los países del área germana, donde se valora por los consumidores la marca GS concedida por los organismos TÜV, esta marca se puede obtener en casi todos los países, a través de las delegaciones de TÜV.
Lo que si es un hecho evidente es que la exigencia de que los productos estén certificados por organismos independientes es cada vez mayor, por lo que aquellos fabricantes que no alcancen estos estándares corren el riesgo de ser excluidos poco a poco de los mercados, de ser relegados a los segmentos más bajos de consideración y precio.